MÁSCARA
Asomada a mi espejo, al abrir la
caja de maquillaje,
rimel, sombras y arcillas de colores
se reían
estrepitosamente de mis ojeras.
Traviesos y decididos me empaparon
con sus huellas:
añejos rayos de sol, teñidos de
oro, posaron en mi frente;
pómulos cercados por pétalos de rosas,
noche de luna nueva en mi mirada.
Un tobogán de blanca arcilla,
bajo negras ojivas apaisadas
en cuya oscuridad se escondieron
mis pestañas,
captaba los olores del momento.
Coronada por una amalgama de plumas azabache,
los romos manantiales de mis besos, vestidos de apetitoso grana,
posaron en mi rostro la apariencia
del deseo
augurio de un éxito rotundo.
El espejo, varón, agitado, galán,
saltó de su plana frialdad
mojando mis encantos con lujuria
mientras los últimos suspiros
del granate
me declaraban amor eterno.
Agradecida, le ofrecí mi brazo
y cabalgando sobre el jolgorio
de nuestros ecos,
llegamos a la fiesta. Es carnaval.
llegamos a la fiesta. Es carnaval.
Aborojuan, julio veinte doce.
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