Imaginando las incógnitas de tus curvas,
tiembla mi oxígeno.
En su lealtad,
se ensanchan las arterias.
Los impulsos se rebelan a bocanadas
y juegan con su aceleración,
dibujando sueños eróticos.
Mis ojos deambulan,
buscando libertades,
por el bamboleo de tu blusa.
Transitando los valles de tu vientre,
no hay sorpresas:
tus dos esféricas deidades,
como auroras de azahares
coronadas de miel,
despiertan dulces aromas en mis retinas.
Descubro como las raíces del fuego
corren calle abajo
hacia las apreturas de tu falda ceñida
que se entrega a la ley de la gravedad.
Los espejos nos hablan de arenas cálidas
y de camas desechas por disparos innatos,
mientras la cúspide de mi sangre
crece ante la ausencia de tu ropa interior.
Ocultos tras la bondad de las sábanas,
invitamos al juego
a las esencias de nuestros bosques desnudos;
todo el espacio, sin fronteras, es nuestro.
Así, entres ascensos y descensos,
nos perdemos en las sombras de los rincones
donde nunca llega la duda.
No hubo pistoletazo de salida, ni meta,
tan sólo una cascada de explosiones
que nos anunciaron el final de la jugada.
Vale, ganaste la partida.
Ahora sólo miro,
pero desátame las manos de tu piel
para poder traer tus ojos a los míos.
Los necesito.
Aborojuan, marzo veinte doce.
Lo leí el otro día e insisto Aboro, es una preciosura de texto donde trazos de erotismo y sensualidad entretejen sensaciones y emociones variadas!
ResponderEliminarUn gusto leerte en verdad!
Besos al vuelo!
Gaby*